Eugenia Codina Desde mi ventana

sábado, 15 de noviembre de 2008

Vincent


En el tren entre Rotterdam y Breda a la altura de Dordrecht, noviembre 2008

El viernes estuve comiendo con mi amigo Vincent M. Nos conocemos desde hace veinte años. Los dos llegamos a Holanda en los años ochenta, él desde Estrasburgo y yo desde Barcelona. Hemos mantenido la amistad durante todos estos años a pesar de la distancia que nos separa. Vincent vive en Eindhoven en el sur de Holanda, y yo en Rotterdam. Como la distancia es larga y los dos llevamos vidas ocupadas nos encontramos un par de veces al año en medio de la ruta: Breda.

Recorrido entre Rotterdam y Eindhoven

El viaje en tren dura un poco de más de media hora para cada uno de nosotros, un viaje que vale la pena para poder mantener el contacto. Con ello me refiero al hecho de vernos cara a cara porque nos escribimos regularmente a través del correo electrónico. Sin embargo los dos sabemos que no es lo mismo.

Internet abre las puertas a la comunicación y al contacto con las personas que están lejos pero también puede cerrar las puertas a la comunicación con las personas en el mundo más cercano. Yo prefiero escribirme con Vincent desde el ordenador de mi casa que hablar con mi vecino de al lado. Gracias a internet me puedo aislar de mi alrededor. ¿Bueno o malo?

Ultimamente están llegando noticias de casos en los que el mundo virtual y el mundo real se acercan cada vez más creando a su paso un nuevo mundo de alternativas y dilemas. Tomemos el caso de la pareja inglesa que se divorcia a causa del adulterio del marido en el juego Second Life. En este game, el participante asume una personalidad virtual, llamada un avatar, con la que se monta una vida alternativa. En este caso el juego rebasó los límites de lo que la esposa real podía tolerar y, aunque los dos adúlteros no se conocen personalmente, consideró que la relación virtual era tan válida y amenazante como una relación real.
No solo el adulterio está rebasando los límites de la virtualidad. El crimen y la justicia también están cruzando este inasible umbral. En Holanda un juez condenó a un adolescente por haber robado dinero virtual a otro jugador en Runscape. Aunque durante el robo, un avatar golpeó al otro, el juez no consideró esta parte parte punible en la vida real pero sí el robo del dinero virtual.
No envidio a los jueces del siglo XXI, tendrán que tomar cada vez más este tipo de decisiones.

A la luz de todo esto me parece muy aconsejable no perder el contacto con las personas reales, particularmente, uno mismo. Razón por la cual pienso seguirme viendo con Vincent de vez en cuando, así comprobamos los dos que seguimos siendo reales y que el contacto humano es tan importante como el digital.

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