Eugenia Codina Desde mi ventana

martes, 11 de noviembre de 2008

Coquetos


Parada del autobús 35 en Hillegersberg, Rotterdam

Estoy en la parada de autobús esperando el 35 mientras paseo arriba y abajo. Se me acerca un señor mayor que sale del supermercado con la cesta de la compra:
-Buena manera de hacer ejercicio- me dice- yo también lo hago, andar arriba y abajo-, y sin hacer una pausa me espeta:
-¿Cuánto años me pones?-.
Para mis adentros pienso que tiene unos ochenta años pero para no meter la pata le digo: - ¿unos setenta y seis?-.
- Pues no, - me dice triunfante- acabo de cumplir noventa y cuatro esta semana-, y sin esperar respuesta se aleja al trote, firme y decidido.
-¡Qué coquetería!- pienso para mis adentros.

Yo solo pienso en como ocultar mi inminente cumpleaños y este señor está orgulloso de la edad que tiene y de la energía que despliega.
En alguna parte hay una línea invisible que separa nuestros sentimientos sobre la edad. Mientras creemos que tenemos que ser competitivos en el mercado laboral y sentimental queremos aparentar ser más jóvenes de lo que somos. Nos avergonzamos de no resistir adecuadamente las embestidas del tiemp.
Viendo a este espabilado nonagenario me da la impresión de que, en lugar de avergonzarse, se enorgullece de haberse reído del tiempo.
Ultimamente he notado un aumento de coquetos ciudadanos senior, como les llaman los americanos, que no solo siguen dando su energía a la sociedad sino que además recalcan con gusto que son ¨de los que aguantan¨ riéndose de los dentelladas del tiempo.
Uno de los casos más espectaculares es el señor Leopoldo Abadía, un profesor de ingeniería jubilado que se ha hecho famoso en cuestión de meses. Al señor Abadía le ha llegado la fama a la temprana edad de setenta y un años gracias a la crisis financiera. Empezó explicando en su blog, para amigos y conocidos, el por qué de la crisis mundial de una forma tan clara que el número de lectores aumentó de una forma exponencial en cuestión de días. Cuando los periódicos y los medios de comunicación le descubrieron le llevaron a la fama de inmediato. El señor Abadía, una refrescante estrella mediática, no oculta su edad, al contrario, la proclama a los cuatro vientos al igual que sus campechanas explicaciones sobre el origen de la crisis.

Es un verdadero placer escucharle explicando su teoría Ninja. Es a la vez muy esclarecedor. Se lo recomiendo a juniors, mediors y seniors.

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