Eugenia Codina Desde mi ventana

domingo, 20 de abril de 2008

Bilingüismo

Me comentaba mi amigo belga, Wouter, la siguiente anécdota: cenando en un restaurante en Bruselas con una amiga francesas, oía como los comensales de la mesa de al lado,  se referían a él regularmente en flamenco (holandés) como ¨el de la nariz grande sentado aquí al lado¨.
Tal como el mismo Wouter admite no es ninguna mentira que su nariz sea de proporciones importantes, así que solo me comentó en un suspiro: ¨nunca se sabe en un país bilingüe...¨
Esta me confirma en mis observaciones de los últimos años. Y es que desde un punto de vista político, académico y sociólogico se da como hecho indiscutible que el bilingüismo y, por extensión, el cosmpolitismo y la globalización son hechos positivos y deseables. Es un ideal por el que hay que luchar y al que es correcto aspirar. El ciudadano completo es políglota y tiene varias nacionalidades.

La realidad me ha hecho poner esta premisa en duda. Hay muy pocos ciudadanos, en cualquier coumnidad bilingüe, que dominen los dos idiomas al mismo nivel. No todos los bilingües son capaces de leer, escribir y hablar en los dos idiomas. Para no mencionar países como Luxemburgo donde los alumnos se engrentan a tres idiomas, siendo el idioma en el que aprenden a leer el alemnán, mientras que hay otros dos idiomas vehículares en el aula.
La otra realidad es que no todos los ciudadanos con dos nacionalidades o pasaportes se sienten igualmente involucrados en la sociedad en la que viven. La tendencia a no vivir mentalmente en el lugar donde uno reside físicamente trae muchas frustraciones, aislamientos y problemas personales y de salud.

Es indudable que para muchos ciudadanos es posible vivir en varios idiomas y convivir con varias identidades a la vez pero referirse a ello a la ligera sin pensar en las consecuencias y las obligaciones que lleva consigo es ingenuo y contraproducente.
Sobre todo por parte de la izquierda se oye un ensalzamiento ingenuo sobre las ventajas del cosmpolitismo y el bilingüismo. En cambio, la necesidad de ser local y nacionalista delataría, según esta misma izquierda bienpensante, una cerrazón mental. Pues bien, yo diría, desde la experiencia personal y profesional, que no se sabe exactamente lo que se ensalza cuando se proclama el cosmpolitismo como un bien indiscutible.  Es un slogan vago y poco definido que suena bien pero que no se puede traducir sin más a la práctica.
Puede ser un bien, efectivamente, con mucha inversión del estado en educación y mucha inversión del individuo en su crecimiento personal. 

Tal como me dijo mi amigo Wouter recuerda que: ¨nunca se sabe en un país bilingue....¨

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